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2 dic 2012

Sin el miedo ancestral a la sotana o a la venganza final de lucifer…



Dice un fragmento de una oración muy bella…

No me mueve mi Dios para quererte
El cielo que me tienes prometido
Ni me mueve el infierno tan temido
Para dejar por eso de ofenderte…

Caminando amarrado a los condicionamientos religiosos, esos que me atraparon desde que fui amamantado, o tal vez antes... de vez en cuando viene a mi puerta este párrafo; cuestionando lo aprendido, queriendo liberarme de tanto prejuicio y tanto miedo acumulado a través de los siglos; pasando como si fuera una larga cadena de generación en generación, cada vez con eslabones más fuertes.

Que ahora, con el acercamiento del genero humano a través de la Nube, como ahora le decimos al Internet, pareciera que esas cadenas van perdiendo su fuerza a la velocidad a la que los megabytes se van derramando en el mundo; algunas veces llevando consciencia y otras pornografía, pero siempre poniendo lo que hay en el planeta al alcance de todos.

Entre el recuerdo liberador de esta plegaria y los megabytes que se han derramado, me quedo reflexionando… qué sentido tiene vivir con todos estos miedos aprendidos desde la cuna y que se han impregnado en el corazón confundiendo la vista,  haciéndonos creer que es verdad lo que no es, o al menos no del todo.

Ahora sé que el verdadero sentido de nuestras vidas es la libertad, esa que rompe con la dicotomía de lo bueno y lo malo, la que nos permite caminar donde queramos sin miedo a perder al cielo o a caer en el infierno. Creo que al Patrón le molesta mucho más, que dejemos de hacer cosas por miedo, a que las hagamos; por muy malas que estas parezcan.

Cuando Siddhartha y Govinda decidieron dejar la vida de sacrificio con los Samanas, en sus reflexiones comentaban… qué no habrán aprendido lo mismo esos que están en los burdeles emborrachándose con mujeres, que nosotros que hemos renunciado a todos los placeres? ¿ Qué no estarán tan cerca del Nirvana como nosotros, sólo que ellos están disfrutando la vida?

Pero... Que fácil hablar de los velos que nos nublan la vista, pero que difícil quitarlos a la hora de caminar el día día... tal vez, el secreto sea desmitificar al cielo y al infierno, ni uno está tan alto ni el otro tan bajo. Están tan dentro de nosotros que no vale la pena hacer tantos mitos de ellos. Facundo Cabral decía… supe del Diablo la noche que al hambriento dije nooo, también esa noche supe que el Diablo es hijo de Dios. 

Quizás no se trate de ser buenos o malos sino congruentes; con nosotros mismos.  Estoy seguro que en el corazón no gobiernan los prejuicios ancestrales que nos amarran,  ahí no hay lugar para el miedo o la soberbia, tan socorridos por estos rumbos. Y de esa manera vivir simple con la confianza de ser plenos!!!






9 abr 2012

La puerta del cielo II



No es que crea que el cielo tiene dos puertas eeehhh!!! sino que las ideas no han dejado de rondar por donde camino, interrumpiendo en las mañanas cuando el sueño a dejado su espacio al despertar, diciéndome que el choro de romper las dicotomías se quedo inconcluso, que ha quedado demasiada tinta en la pluma para seguir tejiendo reflexiones que pudieran derramarse en el papel promoviendo la consciencia. 


Y es que entre más exploro que las cosas no están separadas, voy encontrando veredas tan increíbles que no dejan de sorprenderme, a tal grado, que se vuelve difícil poder plasmarlas en el papel, como si estas se tuvieran que ir descubriendo solo y no pudieran compartirse o por lo menos no tan fácilmente... como si cada quien tuviera que encontrar la vereda de su tiempo y de su espacio... 


Pero por otro lado, creo que si uno piensa alguna cosa es por que ya está en el aire... y si está en el aire, es algo que es de todos y ya no tiene ningún sentido mantenerla escondida, porque las fuerzas de la naturaleza lo van a derramar en cualquier lugar, en cualquier pensamiento, en cualquier reflexión; sin restricciones ni prejuicios, buscando de una manera natural que se siga promoviendo el progreso.


Y en esto de partir diferencias, me encuentro con esta lección que vivimos en familia a cada momento... Mi gorda que es una de las mujeres más caritativas que conozco, siempre que puede o mejor dicho siempre que se le atraviesa un viejito, esté o no esté pidiendo limosna, sin pensarlo saca un billete y se lo da sin cuestionarse nada. Como siempre le reclamo que no puede dar el dinero así como así, ha desarrollado una técnica especial para doblar billetes o esconder monedas sin que me de cuenta. Lo que no sabe, es que yo también he desarrollado una técnica especial para saber de cuanto es el billete con sólo sentir su mano o ver sus ojos.


Pero... más allá de saber de cuanto es el billete o de si se quiere ir al cielo con mi lanaaa, está el aprendizaje tan importante que nos ha dejado esto de fundir nuestra caridad con nuestro trabajo, que es entender que el verdadero valor del dinero es compartirlo, no tiene sentido caminar cuidando el dinero como si se nos fuera a acabar... hay tanta gente que se le acabo la esperanza de una vida digna mucho antes de nacer, que realmente todo lo demás se vuelve irrelevante. Todos podemos fundir la fuerza del dinero con la fuerza de la caridad, creando una mágica combinación de bondad y progreso.


Y en la religión... qué pasaría si encontráramos un punto donde todas las creencias cupieran en un mismo lugar, incluso las de los que no creen en nada ni en nadie. Qué pasaría si todos tuviéramos oídos para escuchar y tratar de entender el sentido de vida de los demás; de los religiosos, de los creyentes, de los fanáticos, de los agnósticos, de las sectas, de las religiones. Seguramente coincidiríamos en que lo importante es como vivimos y no que predicamos, todos caeríamos en la cuenta de que ahí está la verdadera religión donde se funden todos los Dioses en uno sólo!!! 


Y si pudiéramos romper con las diferencias tan grandes que se dan entre los sexos, que sucedería si decidiéramos romper con las tendencias de machismo o feminismo, donde cada quien jala para su lado sin pensar en el otro. Que pasaría si decidiéramos encontrarnos al centro desbaratando los polos, donde la fuerza y la ternura pudieran convivir naturalmente como si fueran una sola cosa. Me imagino que si eso se diera; los hombres no tendríamos porque ser machistas, ni las mujeres feministas y en ese encuentro cada quien asumiría su sexualidad plenamente; encontrando la armonía entre los sexos, al grado que ya no tendrían ningún sentido ni las polaridades ni las desviaciones. Y entonces ya nada impediría una entrega plena, y como diría el Hombre bicentenario... hacer el amor sería como subir al cielo, ver al Jefeee y luego regresar!!! 


En fin, por donde caminemos, siempre está la oportunidad de partir las diferencias, en donde no hay lugar ni para la soberbia ni para el miedo. Siempre hay un lugar para la reflexión de fluir al centro de las cosas, donde según yo... esta la puerta del cielo y el encuentro con el Patrón!!!



26 mar 2012

La puerta del cielo...




En este tiempo, donde lo digital ha arrasado con lo análogo,  parece mentira que las grandes cosas que nos suceden en la vida se sigan tejiendo en lo simple sin mayor pretexto que cualquier cosa; una caminata, una corrida, un baile, un proyecto, un sueño, una sonrisa, un niño, un encuentro, un libro... un hola. Pasando a cada instante frente a nuestros ojos... tan cerca que muchas veces ni siquiera nos percatamos de ello, como decimos en el negocio con ceguera de taller, en este caso sin duda... con ceguera de vida.
Pero esa ceguera de vida que nos mantiene ajenos a todo, distantes hasta con nuestros sentimientos, haciéndonos parecer cosas que no somos, viviendo como extraños dentro de nosotros mismos, perdidos en el mundo de lo material, sin encontrar un sentido real a lo que hacemos; siempre insatisfechos, solos en medio del bullicio del mundo digital, con un vacío que nunca nos hace sentir plenos.
Vivimos con tanto ruido e información a nuestro alrededor hemos aprendido a creer que existen muy pocas cosas de las no podríamos opinar con una gran claridad... entonces; repetimos cosas que hemos escuchado, pero que en el fondo realmente no comprendemos. Como la mayoría de los maestros de escuela que sólo saben de la forma o como opera, pero que no entienden el fondo o como se creó... la mayoría de las veces ni siquiera saben que existe... 
Como el sentido del equilibrio; en las cosas que hacemos, las que creemos, las que emprendemos, en la educación o en la relación. Donde todos  o casi todos estamos dispuestos a dar consejos tan llenos de sabiduría que no vivimos, hablando del equilibrio de las cosas; de lo bueno y lo malo, lo correcto e incorrecto, lo verdadero y lo falso. Sin darnos cuenta de que hablamos de lo que en el fondo no conocemos... pues nuestra vida casi siempre está sesgada hacia la soberbia o el miedo.
Cómo cambiar esto que parece una tradición milenaria de hablar sin entender realmente el fondo de las cosas,  que ahora por la prisa del tiempo se ha vuelto mucho más difícil de darnos cuenta... haciéndonos hablar cosas que no provienen de la reflexión o de la consciencia, repitiendo lo aprendido sin cuestionar nada.
Tal vez lo que debemos hacer es dejar que el silencio tome el espacio para entonces... hacer el dialogo con nosotros mismos, sin prejuicios, donde el miedo y la soberbia puedan ser controlados por el corazón para fundirlos en la conciencia, para lograr el equilibrio del que tanto hablamos, pero que sin duda... muy pocos, pero muy pocos conocen.
Creo que la puerta del cielo está al centro y no creo que dependa ni de tiempo, ni de espacios, ni de planos de vida. El cielo está en la suma de todos los tiempos; el pasado, el presente, el futuro... en el eterno presente. También está en la suma de los planos; el de los vivos, el de los muertos... el de la eterna energía. Para mi la puerta del cielo está donde confluyen todas las energías, rompiendo las dicotomías; de lo bueno y lo malo, la soberbia y el miedo, el valor y la cobardía. 
Como si fundiéramos a la fuerza y la ternura o al valor y la sensibilidad o al fanatismo y al antifanatismo; creando una sola energía que no está contrapuesta con nada, una energía que nace del corazón y se desarrolla en el silencio en el encuentro con nosotros mismos.