8 ago 2010

El día que el Patrón me bajó la canasta…


Hace unos años, intentando hacer un desarrollo para internet… en un simple abrir y cerrar de ojos las cosas se salieron de control y sin darme cuenta todo se volvió cuesta arriba; quede atrapado en la incertidumbre, caminando en medio del descontrol y la angustia. La confianza se escapo de mi corazón y tuve que caminar sin ella un buen rato; confundido, sin encontrar una explicación clara de lo que estaba pasando.

Como siempre pasa cuando las cosas se ponen difíciles, me fui quedando solo, paso a paso todos fueron abandonando el barco hasta que prácticamente me quede solo con mi familia, viendo como mi barco se convertía en balsa, a la deriva del viento y las circunstancias; remando sin saber a dónde, simplemente remando tratando de salir de ese remolino de desesperación, tratando de alcanzar un pedazo de tierra para descansar un poco…aunque fuera un poco para tomar fuerza.

Y ya solo… bueno nunca me quede solo; la angustia se volvió mi compañera, platicando conmigo hasta en mis horas de sueño, haciéndome sentir cada vez más frágil. Algunas veces haciéndome creer que el Señor me había dado la espalda; confundiendo mi fe. Buscando hasta en los horóscopos una señal de luz, una señal de que los tiempos difíciles estaban por terminar, intentando encontrar la luz en el fondo del túnel.

En fin... así camine un tiempo, trabajando doce o más horas al día, tratando romper con los problemas y las complicaciones, que venían al negocio casi todos los días con algún reclamo.

Pero un día, un lunes para ser preciso… al salir de mi casa cruzando el patio central voltee a ver el cuadro de la virgen de Guadalupe que tenemos en un nicho y le dije de pasada…

Ahí te encargo que le digas al Jefee porque ahora sí, las cosas están de la chingadaa!!!

y riéndome salí de la casa pensando en lo irreverente que era… cuando llegue a la oficina al estar abriendo la puerta, escuche que el teléfono estaba sonando, como pude abrí la puerta y corrí a contestar… era la llamada de un amigo pidiéndome que le construyera una nave lo suficientemente grande para empezar a salir de la crisis.

En verdad, yo no sé si haya sido casualidad o causalidad, lo que sí sé es; que el día que pedí ayuda sabiendo que las cosas ya no estaban en mis manos sino en las del Patrón, el día que pedí sin exigir nada… ese día las cosas empezaron a cambiar. La mano de mis amigos y hermanos empezaron a estar cada vez más cerca; ayudándome a salir del hoyo en el que me encontraba; apoyándome con su dinero y con sus palabras; confiando en mí sin pedir explicación, ayudándome a levantar como nunca lo hubiera podido imaginar.

Ahora, al paso de los años, en los que este trago amargo se ha diluido en mi corazón y del dolor sólo han quedado las marcas, me pongo a pensar y digo:

Qué no será más fácil caminar sabiendo que sólo somos parte del Señor, qué no será más fácil tomarnos de su mano e ir a donde quiera llevarnos; confiando, sin querer que las cosas sucedan cuando lo deseamos, sólo porque no nos gusta sufrir. Qué no será más fácil regresar a dar gracias de todo lo que tenemos en vez de pedir por lo que nos falta, qué no será más fácil cambiar la soberbia y el miedo, por la fe y la confianza...


2 comentarios:

Luis Gasca Dominguez dijo...

Guillermo y Juan:

Siempre llevaré en mi corazón la ayuda incondicional que me dieron, sin duda ha sido una de las lecciones más bellas que he recibido, muchas gracias.

Fernando Ramos dijo...

Causalidad.
Salud..os.