28 jun 2009

Todo nuestro corazón en el trabajo


El pasado martes mi hijo Luis Israel presentó su trabajo final para recibir el grado de maestro en mercadotecnia, mismo que estuvo preparando al menos los tres últimos meses.

Hoy que hablamos con él, estaba muy molesto porque sintió que no había sido evaluado de acuerdo al esfuerzo realizado en esta tarea. Nos decía que sus maestros le habían comentado que era el mejor trabajo que se presentó, pero que el documento había tenido algunos detalles de redacción y, por lo tanto, su evaluación no sería la mejor de todas; esto lo tenía verdaderamente confundido y un poco desmoralizado.

Sin querer todo este acontecimiento me remontó a mis años de Universidad, cuando las únicas herramientas que tenía para sortear el temporal eran mi calculadora HP41CX (una verdadera joya para la época con dos Kb de memoria RAM, uufff!!!), amén de mi orgullo y deseo indomable por estudiar sólo lo que mi corazón amaba sin importar las consecuencias.

Todo esto por supuesto que me trajo grandes problemas con algunos maestros, al grado que una vez tuve que presentar un examen de última oportunidad, como consecuencia de llegar a un examen de Hidráulica I con todo programado en mi 'maravilla', como le decían a mi calculadora algunos amigos. Esto molestó tanto a mi maestro que me puso un contundente cero de calificación, no sé si porque no comprendía lo que yo había hecho o porque desafié su nivel intelectual, lo cual me puso contra las cuerdas al borde del knockout y, con todo mi coraje, no tuve más remedio que presentar el examen de última oportunidad sin las posibilidades que me ofrecía mi 'maravilla'.

Pasé el examen y continué con mi carrera después de tremendo susto, pero a la distancia reflexiono si realmente vale la pena detenernos ante estos acontecimientos tan faltos de relevancia o si vale la pena sufrir y dejar un pedazo del corazón atormentándose por lo que otros piensan de nuestro trabajo. Yo creo que no vale la pena estar atados a la percepción de otros, pues nuestra flecha llegará tan lejos como nuestra energía tense la cuerda; todo depende de nosotros, sólo de nosotros.

Estoy seguro de que lo verdaderamente valioso de lo que emprendemos es el corazón que ponemos para que las cosas sucedan, y eso es lo que tenemos que evaluar. Lo demás es completamente irrelevante y no vale la pena detener nuestro espíritu en ello. Por todo lo dicho hago mías las palabras de Facundo Cabral:

"O será que al fin he comprendido que es mía la sombra que empaña este bendito recinto de luz, por eso ya no confundo la luna con el dedo que la señala, ni ando entre muertos que alzan banderas para sentirse vivos,…nooooo, les digo nooooo".

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